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lunes, 28 de noviembre de 2011

UN LUGAR SIN TERRITORIO



Es un concepto difícil de entender si tenemos en cuenta que el hombre antropológicamente hablando es una especie territorial. Y es por esa territorialidad que creamos conflictos y guerras a lo largo de nuestra evolución como especie. O desde otro punto de vista el territorio como expresión de poder. Poseer para tener poder.

Pero también antropológicamente somos una especie en evolución constante para subsistir, cada vez que el entorno se vuelve hostil hemos de cambiar para sobrevivir. Y en ese cambio eliminamos lo que no sirve y desarrollamos lo que si. Como dice José María Bermúdez de Castro.... En su libro evolución del talento “somos hijos del cambio climático”. Y en eso no todos tenemos el mismo nivel.

Nuestro gran paso evolutivo como especie y que marca la diferencia con otras que hoy vemos en los zoológicos, es cuando accedemos a lo espiritual. Cuando somos capaces de pasar a un territorio mental en lugar de físico. Y es cuando pasamos de lo que vemos y tocamos, lo material, a lo intangible e inalcanzable; cuando recurrimos a la fe.

Lo hacemos todos los Homo Sapiens. Pero no siempre de la misma forma. Las diferentes culturas han abordado estas cuestiones de formas diversas pero con mismo fondo y así cuando leemos a Aristóteles nos empequeñecemos al comprender lo poco que avanzamos y lo poco que progresamos en ese camino evolutivo hacia la excelencia, o la felicidad. Nos hacemos conscientes de que el tiempo que hemos necesitado para evolucionar es inmenso. Nos hacemos conscientes, de lo poco malo que nos ha pasado o de lo mal que hemos hecho nuestro cambio evolutivo.

Hoy casi nadie duda que estamos ante una crisis distinta, ante la necesidad de producir un cambio profundo, de esos que marcan un antes y un después y lo que no parece es que haya alguien capaz de liderar hacia dónde dirigirnos.

En los últimos años estamos viendo el declive de una civilización que ha perdido la espiritualidad y los que la recuperan, lo hacen en muchas ocasiones a través de doctrinas o filosofías orientales. Alimentación, terapias, ejercicios, hábitos, libros, videos, talleres, seminarios,.... Un largo etc. para llenar un vacío existencial. Llegamos a la ortorexia, anorexia, vigorexia y un largo etc.

Es la eterna búsqueda que comienza en el exterior y termina en un viaje hacia el interior del alma humana. Porque el alma existe aunque no seamos capaces de verla. Es como el conocimiento, la sabiduría, la filosofía, la solidaridad, la empatía, etc. son una forma, de abordar la vida.

Yo, como muchos de los y las, que me lean soy católica. Tengo fe con la misma fuerza que me dedico a la gestión del intangible.

En los últimos tiempos, de forma especial lo pongo todo en cuestión, leo, escucho, investigo y trato de ejercitar mi mente desde el rigor para sacar mis propias conclusiones. Con los años voy definiendo mis creencias y mis tendencias. Estoy en un viaje al propio conocimiento.

Así participo con otras personas en un largo tipo de actividades. Últimamente un taller de lecturas y en la primera sesión abordamos su primer capítulo.

El título del libro me hizo como dice Lakoff en su libro “no pienses en un elefante”, encuadrar el tema. Colocarlo dentro del marco mental que tenía. Mirar con las gafas de lo que se y no con los ojos limpios del ignorante, del niño.

Cuando comencé a leer, descubrí lo necios que somos cuando dejamos que los marcos, nos impidan descubrir el mensaje. Voy a pedirles que lean estos fragmentos que extraje y me engancharon, sin decir el título del libro en cuestión:

"Una nueva perspectiva"

"Aprendió en la universidad de la vida. Aprendió la dureza de la vida; una vida de campesinos que siembran pero cosechan poco, una vida de hombres que dicen y no hacen, que prefieren enterrar sus talentos antes de hacerlos rendir, que no son precavidos sino estúpidos y que construyen graneros sin pensar en su próxima muerte, que edifican sin pararse a pensar en su próxima muerte, que edifican sin pensar si tendrán dinero para acabar su obra. Y sin embargo, ………….no experimentó la amargura o la decepción, sino que sintió la cercanía del padre que hace llover sobre buenos y malos."

"Le dio la valentía profética para anunciar un reino que no se basa en la riqueza ni el honor ni el poder, sino en el olvido de si, en el servicio desinteresado a los demás."

Me sentí conmovida e identificada. Y lo curioso es que hablaba de una identidad, la identidad de un hombre, Jesús de Nazaret. "Nazareno era su identidad." Nazaret marcó la vida de Jesús.

Nazaret era en aquellos tiempos, “cuna de resistencia romana, rústica y con baja preparación. La fe estaba distorsionada por un legalismo”. Y Jesús tuvo la oportunidad de: "presencio los gestos de amor y solidaridad de gente tenida por pecadora y marginada."

“Para entender a Jesús hemos de ir a Nazaret. Un lugar teológico y hermenéutico privilegiado para comprender la historia de la salvación.”

Una mentalidad que te sitúa en otra forma de abordar tu vida.

Al salir me sentí flotar. Entendí que muchos de mis sentimientos los tiene más gente. Que todos los tiempos difíciles son oportunidades de mejora si los abordas desde una mentalidad, desde un espacio o lugar que carece de territorio. Porque es “el lugar del alma”. Un lugar sin territorio que nos coloca como especie a un paso más de la evolución y a un paso menos de nuestra semejanza con Dios, que es la liberación de aquello que hace infeliz a gente con alma.

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