Ayer, día en que por tercera vez no
conseguimos ser sede olímpica, resulto
para mí un día muy interesante.
Como mucha gente me sentía
ilusionada con la posibilidad de que Madrid fuese sede de los juegos en 2020.
Me parecía que era una buena oportunidad para España y los españoles.
Vi la excelente presentación que
hicimos y valore el esfuerzo de todas y cada una de las personas que
intervinieron (hablaran mejor o peor el
inglés, yo lo habría hecho en español, el alma habla la lengua de tu madre).
Me pareció una MUY buena puesta en
escena. Pero, en la intro del Señor Samaranch, sentí a mi pesar que no éramos nosotros los mejores
representantes del espíritu olímpico (29,21). Y créanme, si digo que no me
gusto ese pálpito.
Finalizada la presentación me fui a
una vigilia por la paz en Siria que organizaba el Centro Arrupe en Valencia. Llego a lo más hondo de mi alma el mensaje que escuche de
Sirios refugiados, del General de la Compañía de Jesús y del líder espiritual
suni de Siria en una carta que fue leída. De ello sin duda me quedo con las
palabras de un refugiado sirio en Valencia “el miedo es peor que la muerte”.
Pero sin duda fue en la lectura del evangelio donde una frase me llego como un
dardo que entra en ti de forma imprevista, en realidad fue una pregunta ¿pero
si la sal se vuelve sosa, para que servirá? (Mateo 5: 13) “Vosotros
sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?
No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”)
Y me quede con esa SAL SOSA. Y me
hice consciente de que en demasiadas ocasiones soy SAL SOSA. Sal que no da
vida, porque no da luz, no da testimonio de vida. No da eso que construye un
mundo mejor. Yo como todos, por cultura o por costumbre, tiendo a mirar/buscar
fuera la solución a mis problemas, a delegar la resolución de mis retos en las
circunstancias, en otros, en ….. y
muchas veces me quejo en lugar de analizar que debo mejorar yo. Me rio de los
otros o trato de ridiculizarlos, saco el sable de cortar cabezas, devuelvo
violencia cuando la recibo, ….. Y otras veces, compongo una imagen de mí que trata de compensar
superficialmente todo lo dicho.
Ayer de regreso a casa me dije que tenía
que escribir esto. Ayer al llegar a casa me encontré la decepción de un pueblo,
el nuestro. Nos habían eliminado en la primera vuelta. Nos había ganado
Estambul. Y pensé que era una lección de humildad.
Me quede esperando ver quien era
definitivamente elegida y cuando Tokio salió elegida, me alegre y lo compartí
en redes. Cuando escuche Tokio mi primera evocación fue la tragedia de
Fukusima. Sus víctimas, su sacrificio por el bien común, su tenacidad en seguir
eliminando los efectos secundarios, su discreción, su cohesión, su capacidad de
trabajo, su alineación como pueblo, su reisilencia, …. Recordé un concierto en
beneficio de las victimas al que asistí en Valencia y recordé a los muertos
entonces y después por efecto de la radicación. Y me alegre por TOKIO. Pensé
que lo de ayer fue un gran homenaje, más de dos años después.
Por el contrario, he ido leyendo y
escuchando la decepción primero y las criticas poco constructivas después de
muchos de nosotros. Mal, muy mal. Si yo fuese los del COI pensaría “que buena
decisión tome, al no elegir España”.
Se que a muchos esto no les gustara
leerlo pero mi compromiso me obliga a escribirlo. Eso si diciendo que yo hago mío
todo eso que cito. Al fin soy humana y demasiado imperfecta. A veces me digo
que despacio aprendo. Porque claro lo tengo en la teoría pero luego en la práctica:
la picio una y otra vez.
Así que esta mañana he querido
compartir en una conversación esta reflexión sobre nuestro no éxito de ayer:
“Que a
veces se ve más allá de lo que se muestra, que la esencia vale más que la
imagen, que pesa lo que haces tanto o más que lo que dices. Que la humildad y
la discreción son valores a tener en cuenta. Que no todo se arregla con MK si
no hay más detrás. Que la cohesión de un pueblo, la de verdad pesa, que hay que
saber perder y aprender de lo que no nos conduce a la meta. Que no hay que hacer sangre en los malos
tiempos. Que valores del espíritu, olímpico de los de verdad se hacen de verdad
con hechos no con promesas. Que la innovación y la solvencia económica dan
seguridad. Que pesa más la confianza en las personas/comunidades que en las
circunstancias adversas externas. Con gente comprometida y solida, estas se
controlan. ..... Yo he aprendido todo eso.
Ah y que me hubiese gustado que ganase España. Como a todos. Y que la pérdida
es una buena oportunidad para que hagamos una reflexión seria y honesta como
pueblo pero sobre todo como personas individuales. Feliz Domingo”
Y de nuevo vuelvo al inicio de
todo, ser sal es difícil. Exige de ti, no de otro. Ser sal es aprender lo que
puedo mejorar yo, comprender que lo que critico y no me gusta en otro, es el
reflejo de lo que yo soy. Que es muy costoso y a veces duele. Que es elegir el
camino de la exigencia y disciplina desde la libertad y el amor.
Pero sobre cualquier cosa, que “con lo mismo que denostamos no podemos
alcanzar aquello a lo que aspiramos” por mucho que nos cueste de aceptar.
Ejemplo: “el uso de la violencia no trae la paz” manifiesto
de la comisión general de justicia y paz.
Dejar de ser SAL SOSA, pasa
inexcusablemente por dejar de engañarnos a nosotros mismos.
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