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domingo, 8 de septiembre de 2013

Sal Sosa

Ayer, día en que por tercera vez no conseguimos ser sede olímpica,  resulto para mí un día muy interesante.
Como mucha gente me sentía ilusionada con la posibilidad de que Madrid fuese sede de los juegos en 2020. Me parecía que era una buena oportunidad para España y los españoles.
Vi la excelente presentación que hicimos y valore el esfuerzo de todas y cada una de las personas que intervinieron (hablaran mejor o peor el inglés, yo lo habría hecho en español, el alma habla la lengua de tu madre). Me pareció una  MUY buena puesta en escena. Pero, en la intro del Señor Samaranch, sentí a mi pesar que no éramos nosotros los mejores representantes del espíritu olímpico (29,21). Y créanme, si digo que no me gusto ese pálpito.
Finalizada la presentación me fui a una vigilia por la paz en Siria que organizaba el Centro Arrupe en Valencia. Llego a lo más hondo de mi alma el mensaje que escuche de Sirios refugiados, del General de la Compañía de Jesús y del líder espiritual suni de Siria en una carta que fue leída. De ello sin duda me quedo con las palabras de un refugiado sirio en Valencia “el miedo es peor que la muerte”. Pero sin duda fue en la lectura del evangelio donde una frase me llego como un dardo que entra en ti de forma imprevista, en realidad fue una pregunta ¿pero si la sal se vuelve sosa, para que servirá? (Mateo 5: 13) “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”)
Y me quede con esa SAL SOSA. Y me hice consciente de que en demasiadas ocasiones soy SAL SOSA. Sal que no da vida, porque no da luz, no da testimonio de vida. No da eso que construye un mundo mejor. Yo como todos, por cultura o por costumbre, tiendo a mirar/buscar fuera la solución a mis problemas, a delegar la resolución de mis retos en las circunstancias, en otros, en …..  y muchas veces me quejo en lugar de analizar que debo mejorar yo. Me rio de los otros o trato de ridiculizarlos, saco el sable de cortar cabezas, devuelvo violencia cuando la recibo, ….. Y otras veces, compongo una  imagen de mí que trata de compensar superficialmente todo lo dicho.
Ayer de regreso a casa me dije que tenía que escribir esto. Ayer al llegar a casa me encontré la decepción de un pueblo, el nuestro. Nos habían eliminado en la primera vuelta. Nos había ganado Estambul. Y pensé que era una lección de humildad.
Me quede esperando ver quien era definitivamente elegida y cuando Tokio salió elegida, me alegre y lo compartí en redes. Cuando escuche Tokio mi primera evocación fue la tragedia de Fukusima. Sus víctimas, su sacrificio por el bien común, su tenacidad en seguir eliminando los efectos secundarios, su discreción, su cohesión, su capacidad de trabajo, su alineación como pueblo, su reisilencia, …. Recordé un concierto en beneficio de las victimas al que asistí en Valencia y recordé a los muertos entonces y después por efecto de la radicación. Y me alegre por TOKIO. Pensé que lo de ayer fue un gran homenaje, más de dos años después.
Por el contrario, he ido leyendo y escuchando la decepción primero y las criticas poco constructivas después de muchos de nosotros. Mal, muy mal. Si yo fuese los del COI pensaría “que buena decisión tome, al no elegir España”.
Se que a muchos esto no les gustara leerlo pero mi compromiso me obliga a escribirlo. Eso si diciendo que yo hago mío todo eso que cito. Al fin soy humana y demasiado imperfecta. A veces me digo que despacio aprendo. Porque claro lo tengo en la teoría pero luego en la práctica: la picio una y otra vez.
Así que esta mañana he querido compartir en una conversación esta reflexión sobre nuestro no éxito de ayer:
“Que a veces se ve más allá de lo que se muestra, que la esencia vale más que la imagen, que pesa lo que haces tanto o más que lo que dices. Que la humildad y la discreción son valores a tener en cuenta. Que no todo se arregla con MK si no hay más detrás. Que la cohesión de un pueblo, la de verdad pesa, que hay que saber perder y aprender de lo que no nos conduce a la meta.  Que no hay que hacer sangre en los malos tiempos. Que valores del espíritu, olímpico de los de verdad se hacen de verdad con hechos no con promesas. Que la innovación y la solvencia económica dan seguridad. Que pesa más la confianza en las personas/comunidades que en las circunstancias adversas externas. Con gente comprometida y solida, estas se controlan. ..... Yo he aprendido todo eso.
Ah y que me hubiese gustado que ganase España. Como a todos. Y que la pérdida es una buena oportunidad para que hagamos una reflexión seria y honesta como pueblo pero sobre todo como personas individuales. Feliz Domingo”
Y de nuevo vuelvo al inicio de todo, ser sal es difícil. Exige de ti, no de otro. Ser sal es aprender lo que puedo mejorar yo, comprender que lo que critico y no me gusta en otro, es el reflejo de lo que yo soy. Que es muy costoso y a veces duele. Que es elegir el camino de la exigencia y disciplina desde la libertad y el amor.
Pero sobre cualquier cosa, que “con lo mismo que denostamos no podemos alcanzar aquello a lo que aspiramos” por mucho que nos cueste de aceptar.
Ejemplo: “el uso de la violencia no trae la paz” manifiesto de la comisión general de justicia y paz.
Dejar de ser SAL SOSA, pasa inexcusablemente por dejar de engañarnos a nosotros mismos.

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