Páginas

lunes, 5 de marzo de 2012

Generación IP

Leyendo un libro del que no recuerdo el titulo descubrí que mi generación careció de revolución. Los de entre 40 y 50 años no hemos tenido nuestra rebelión pero sí entregamos a nuestros hijos la posibilidad de tenerla. Posibilidad que, conjugada con el bienestar y felicidad que les hemos dado, les hace proclives a una pasividad o a una forma de rebelión limitada al grito y el lloro y menos a la acción trasformadora de lo que no funciona.


Nuestros hijos son una generación de huir, no de quedarse y rebelarse. Salir fuera a conseguir trabajo o a salvar el mundo. Sin darse cuenta que eso es tan puntual e individual que carece de trascendencia social. En un mundo donde es más problemático el cuarto mundo tendemos a ignorarlo y escapar al tercero.



En estos días de mi cruzada particular me he dirigido a muchas gentes de todo tipo para pedirle que comprase acciones del sentenciado a muerte y exterminio Banco de Valencia, como un gesto de rebeldía y no como una inversión y en general me he encontrado con tres grandes grupos en función de sus respuestas:

- Los resignados/as a lo inevitable - solo te hablan de lo imposible que es, lo tarde o lo absurdo.

- Los rebotados/as que piden justicia - sacan la lista de agravios y se quejan amargamente de la situación que vivimos y la responsabilidad del estado en todo ello.

- Los que piensan que algo se puede hacer desde lo individual y personal.

Lamentablemente estos últimos son pocos y no sé si con la suficiente fe para mover una montaña.

He descubierto que no es tanto una cuestión de género, ni de formación, ni de edad, ni de nivel económico, ni de lugar geográfico. Es una cuestión de ilusión, de esperanza, de alegría de vivir, de emocionalidad, de fe en el género humano, de responsabilidad social, de confianza en uno mismo… Si bien es cierto que esto se da en mayor medida en el género femenino y en aquellas personas con una dimensión menos materialista y más humana.

Creo que nuestra generación ha estado demasiado condicionada por varias cosas que han marcado nuestro carácter. Una la educación y formación en la existencia de modelos/formulas inamovibles de actuación propias de la era industrial en que crecimos. El condicionamiento de pasado de nuestros padres que nos ha empujado a evitar el sufrimiento y entender la responsabilidad como lacra y la disciplina como castigo. La hegemonía del individuo sobre la sociedad. La delegación de conducir el futuro a la clase política o los empresarios paternalistas. La asimilación de status económico con éxito. La identificación de poseer con ser feliz. La excesiva puesta en valor de lo práctico y la demonización del idealismo.

Al final hemos sido la generación que ha creado el peor escenario de infelicidad de la especie humana de los últimos tiempos, la generación que queriendo hacer un bien a nuestros hijos les hemos hecho el peor de los males: dejarles un planeta al borde de la extinción, una mentalidad del NO, una actitud de víctimas que o gritan y destruyen o beben y se drogan, o se materializan hasta congelar sus corazones, o se convierten en salvadores de causas lejanas y perdidas en otros mundos o simplemente aceptan como ovejas mansas lo que pasa como si ello fuese irremediable.

Como conclusión pensé, que al final las grandes rebeliones solo las hacen los idealistas, los ignorantes, los desheredados, los débiles o los parias. O así ha sido hasta hoy en nuestra historia. Simplemente porque son sencillos y escuchan su corazón, porque saben lo que es realmente importante, porque no les contaminó la sociedad de la opulencia o tocaron fondo y solo les queda salir a flote.

Pero en este momento la rebelión solo puede hacerse desde la ilusión y la ingenuidad, desde un espíritu alegre y positivo, desde un no dejarse contaminar por ese desánimo general que nos invade y aniquila porque mate la esperanza y con ella el futuro. Y pensando en quien debería hacer esa rebelión o revolución inferí que los que no la hicimos en su día. Esos que perdimos la ilusión y por ello estamos en connivencia con los malvados.

No pido otra cosa que volvamos a creer que otro mundo es posible, que llenemos nuestros corazones de esperanza y nuestras mentes de ilusión, que seamos capaces de hacer locuras de forma masiva. Locuras inteligentes que nos permitan demostrar que somos capaces de pensar y de utilizar todas las herramientas que la sociedad de hoy nos ofrece, pero hacerlo a nuestro favor y no en nuestra contra. Pero sobre todo, lo que yo pido es fe, es creer en algo y hacer algo cuyo beneficio sea emocional y no económico.

Ayer me dijo alguien que sus amigos habían perdido con ese banco de veinte a treinta millones de euros. Casi me alegré, si piensan como a los que yo oigo. Luego pensé que era una pena que todo lo que nos afecte sea lo económico y no el resto. He sentido pena y tristeza, de forma inmensa. ¿Son esos los valores que van a construir una sociedad más humana? Yo no lo creo. ¿Es esa gente? Yo no lo creo.

Voy a seguir siendo un alma cándida y voy a seguir intentándolo. Voy a aprovechar casi cualquier motivo o excusa para ver si esa Generación de la Ilusión Perdida es capaz de recuperarla para sus hijos y sus nietos, pero sobre todo para ella misma. Para sentir que se hace algo que reta, que inspira y que crea otra mentalidad, la nueva mentalidad que necesitamos para salir de esta crisis profunda de occidente la que en lugar de pensar “Qué hace el grupo por el individuo piensan en qué hace el individuo por el grupo”.

3 comentarios:

  1. Algunas personas somos supervivientes, lo sabemos, somos conscientes y los de nuestro alrededor nos buscan porque saben que saldremos a flote solos, luchando como siempre, apretendo los dientes y sin quejarnos. Pero ha llegado el momento de dejar atrás la individualidad y unirnos para enseñar, desde el optimismo y la alegría, que todo es posible, que todo cambia, que todo llega, que todo pasa y que todo puede pasar. Educar y enseñar desde la alegría, sin acomodación, siendo valientes sin saberlo y con un profundo respeto hacia las personas puesto que somos modelos a seguir. El entusiasmo, la ilusión, la fe y el optimismo que nace del convencimiento de que el cambio empieza en un@ mism@ pero que no estoy sola, que puedo apoyarme en otros, que puedo luchar junto a otros, que puedo reir, ilusionarme y distrutar con otros.... Eso mostramos y enseñamos, Carlota, por eso buscan nuestra compañía, porque peleamos e ilusionamos. Concha Roig

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Concha, eres especial. Y eso nos alegra a muchos aunque mi madre diga que ya no quedan idealistas y que siendolo a donde pienso llegar. Eres un excelente ejemplo de que quedan y no podía ser de otro modo gustandote Senge.

      Eliminar
  2. Es cierto que el entorno no es favorable al desarrollo de las potencialidades que tiene el ser humano, es cierto que, durante los últimos años, hemos vivido en una cultura que ha ignorado las mejores características de la especie humana; pero es posible cambiar nuestras normas culturales y lo están haciendo grupos y personas que sueñan porque el futuro sea más humano que el presente. Tu eres una de esas personas. Te felicito

    Un saludo

    ResponderEliminar