"Viejo zorro, aun no
está preparada España para dar el poder a una mujer" esa frase la
pronunciaba mi madre mientras veía en la tele la noticia de la victoria de
Rubalcaba frente a Chacón. Pero lo más curioso no es la frase, lo curioso es
que fuese pronunciada por una mujer de 86 años con Alzheimer que hacia escasos
minutos preguntaba que pasaba en Sevilla y que hacían allí.
Nunca deja de
sorprenderme el Alzheimer, ni mi madre que siempre fue fuente de aprendizaje
para mí. Pero desde que sufre esta enfermedad lo es especialmente.
Para los que no hayan tenido el privilegio de
convivir con una persona afectada por ella en esos tiempos previos a la
desconexión final con el mundo real, o como sea que queramos llamarlo, a mi me gusta decir que es una autentica
lección de vida.
El Alzheimer te hace
consciente de lo que somos las personas, seres vulnerables y soberbias que
frecuentemente olvidamos que lo que tenemos es efímero y que podemos llegar a
ser, por poderosos y superiores que nos
creamos, seres terriblemente vulnerables
y dependientes.
Nos muestra que somos
seres culturales y marcados por el entorno. Que por mucho que queramos avanzar
y por mucho que pretendamos huir de la historia y la cultura que nos precedió y
que nos rodea, seguimos llevando ocultos
prejuicios y normas. Así una mujer feminista puede opinar y sentir como la más
machista solo cuando su educación y sus frenos racionales desaparecen y se desinhiben.
Las lesiones que como el Alzheimer
terminan con una parte del cerebro anulada, en una primera fase nos conduce a
la pérdida de memoria reciente, pero nos
mantiene la remota. Es decir lo que se nos enseño de pequeños queda y lo que
aprendemos al final se olvida.
Dejas también de poder
proyectar de forma distinta tus actividades, así emerge en tu vida lo
rutinario, haces lo que nunca requería de tu pensamiento creativo solo aquello
que eran tus buenos o malos hábitos. Si eres limpio, ordenado, aseado se
exagera, no lo haces consciente es como mecánico. Sale tu autentico personaje,
algo así como cuando te emborrachas.
Olvidas las conveniencias
y eres terriblemente sincero, si algo te parece feo lo dices, si injusto, lo
que sea lo expresas sin pensar en convencionalismos. Te conviertes en alguien
exquisitamente políticamente incorrecto.
En los últimos tiempos a
raíz de hacerme consciente de todo esto, reflexione que debo tratar de cambiar
lo que no me gusta de mí, que he de profundizar en mis creencias atávicas, que
he de adoptar buenos hábitos. Que la educación, la disciplina, las buenas
costumbres, la exigencia y la buena educación son excelentes en la infancia. Ya
no por nada ideológico, solo porque deseas no llegar a ver lo que de verdad
eres y nadie se atrevió a decirte.
El Alzheimer es como el
suero de la verdad y la sensatez, quizá si hubiésemos escuchado más a estas
personas que lo sufren en vez de marginarlas,
mucho habríamos aprendido y muchos errores habríamos evitado.
Esta tarde una vez más al
oír a mi madre pensé lo que acabo de escribir, una vez más agradecí tenerla a
mi lado. Y una vez más entendí, que aun no estamos en el camino de
transformación personal que nos conduzca a un cambio interior. Porque solo
cambiando de verdad nuestro interior es posible trasformar el exterior. Cuando
no es así, cualquier circunstancia incluido el Alzheimer te devuelve la cruda
realidad que no querías ni mirar pero que estaba ahí.
Aun no estamos
preparados. Y ha sido una oportunidad desaprovechada. La gente tendrá que
esperar para ver otra forma de hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario