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domingo, 29 de junio de 2014

Excluidas y olvidadas

Así es como se encuentran cientos de miles de personas ancianas y muchas de sus familias en esta ·sociedad del bienestar”, que en realidad es una sociedad de mentira y autoengaño. Una sociedad invadida por la depresión y la falta de esperanza.


Es algo que pienso hace años y que con el tiempo reafirmo. A los niños y jóvenes se les educa para no sufrir, no tener traumas, se les retira de aquello que es formador para la vida, la enfermedad, el deterioro y la muerte. Eso hoy , lo ocultamos y lo hacemos de mil maneras. Porque ocultar es esconder, es alejarse, es aislar, es maquillar, es disimular, es olvidar que la madurez, la vejez y el deterioro es un proceso normal de la vida. 


Nos cansamos de oír la gran conquista que es llegar a pasar los ochenta años y poco nos preocupamos de en qué condiciones se llega y como se da soporte a los cambios que el paso del tiempo produce. Mejor dicho, creemos que con dar pastillas, poner goteros, cambiar válvulas o poner prótesis de caderas es suficiente. Creemos, como cree nuestra sociedad que SÓLO con dinero es suficiente. Y cuando chillamos con razón,  que a esas personas no se les puede negar nada, olvidamos de forma sistemática que TODO eso sin AMOR y caridad no vale para nada. Porque cuando existe el AMOR,  hace que vivamos la solidaridad no con el enfermo sino con la familia del enfermo y los profesionales que los atienden.


Por supuesto que estoy a favor de mejorar la calidad de vida de las personas y promover conductas que nos conduzcan al bienestar. Pero sin bienestar psíquico es imposible tenerlo físico.  Y para tener bienestar psíquico necesitamos AMOR, AMOR del de verdad. Ese al que no te fuerzan ni te fuerzas, ese que nace de forma natural, te nutre y no te devasta. Ese del que a los cristianos nos habla San Pablo en muchas epistolas. Ese AMOR que cura y da vida.


Vivimos en una sociedad de maquinas y de dinero. Y solo nos importa eso. Solo sabemos hablar de dinero y de cosas. De fasto y oropel. Sin saber qué es eso lo que nos lleva a la ERA del VACIO de la que tanto se habla.

Tenemos una educación hipócrita y falsa. Tenemos un comportamiento farisaico. Tenemos que despertar y darnos cuentas que la exclusión no es para hacer RSE, actos caritativos al uso y  así adormecer y calmar conciencias. La exclusión es una oportunidad para comprometerse con el CAMBIO y convertirla en INCLUSIÓN. Esa es la solidaridad, y la recompensa será maravillosa.

Acerquémonos y acerquemos a nuestros jóvenes a sus mayores, enseñémoslos a acompañar y cuidar. Mostremos con el ejemplo como podemos ser felices haciendo felices desde el corazón sincero a otros humanos. En ese momento esta sociedad será de verdad más justa y más sana. Y lo será porque habla recuperado la memoria de lo que es importante, sabrá que con dinero no se soluciona todo y habrá convertido el mundo, en algo donde todos y todas cabemos. Porque todos y todas tenemos una misión, hasta los decrépitos y enfermos.



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