Así es como se encuentran cientos de miles de personas ancianas y
muchas de sus familias en esta ·sociedad del bienestar”, que en realidad es una
sociedad de mentira y autoengaño. Una sociedad invadida por la depresión y la falta de esperanza.
Es algo que pienso hace años y que con el tiempo reafirmo. A los
niños y jóvenes se les educa para no sufrir, no tener traumas, se les retira de
aquello que es formador para la vida, la enfermedad, el deterioro y la muerte.
Eso hoy , lo ocultamos y lo hacemos de mil maneras. Porque ocultar es esconder,
es alejarse, es aislar, es maquillar, es disimular, es olvidar que la madurez,
la vejez y el deterioro es un proceso normal de la vida.
Nos cansamos de oír la gran conquista que es llegar a pasar los
ochenta años y poco nos preocupamos de en qué condiciones se llega y como se da
soporte a los cambios que el paso del tiempo produce. Mejor dicho, creemos que
con dar pastillas, poner goteros, cambiar válvulas o poner prótesis de caderas
es suficiente. Creemos, como cree nuestra sociedad que SÓLO con dinero es
suficiente. Y cuando chillamos con razón, que a esas personas no se les puede
negar nada, olvidamos de forma sistemática que TODO eso sin AMOR y caridad no
vale para nada. Porque cuando existe el AMOR, hace que vivamos la
solidaridad no con el enfermo sino con la familia del enfermo y los profesionales que los atienden.
Por supuesto que estoy a favor de mejorar la calidad de vida de
las personas y promover conductas que nos conduzcan al bienestar. Pero sin
bienestar psíquico es imposible tenerlo físico. Y para tener bienestar psíquico
necesitamos AMOR, AMOR del de verdad. Ese al que no te fuerzan ni te fuerzas, ese que nace de forma natural, te nutre y
no te devasta. Ese del que a los cristianos nos habla San Pablo en muchas epistolas. Ese AMOR que cura y da vida.
Vivimos en una sociedad de maquinas y de dinero. Y solo nos importa
eso. Solo sabemos hablar de dinero y de cosas. De fasto y oropel. Sin saber qué
es eso lo que nos lleva a la ERA del VACIO de la que tanto se habla.
Tenemos una educación hipócrita y falsa. Tenemos un comportamiento
farisaico. Tenemos que despertar y darnos cuentas que la exclusión no es para hacer
RSE, actos caritativos al uso y así adormecer y calmar conciencias. La exclusión es una oportunidad para comprometerse con el CAMBIO y
convertirla en INCLUSIÓN. Esa es la solidaridad, y la recompensa será
maravillosa.
Acerquémonos y acerquemos a nuestros jóvenes a sus mayores, enseñémoslos
a acompañar y cuidar. Mostremos con el ejemplo como podemos ser felices
haciendo felices desde el corazón sincero a otros humanos. En ese momento esta
sociedad será de verdad más justa y más sana. Y lo será porque habla recuperado
la memoria de lo que es importante, sabrá que con dinero no se soluciona todo y
habrá convertido el mundo, en algo donde todos y todas cabemos. Porque todos y
todas tenemos una misión, hasta los decrépitos y enfermos.