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sábado, 28 de septiembre de 2013

Princesa, no gracias!

Esta semana tuve el placer de compartir un seminario de sensibilización sobre igualdad con 16 mujeres. Mujeres diversas, profesionales y empresarias, integras y sobre todo comprometidas con la no discriminación de la persona por su género.

A lo largo del seminario se compartieron visiones y creencias. Y resulta curioso que no  nos creamos capaces de conseguirlo en solo una generación, no creemos que lleguemos a ver alcanzar ese objetivo. Eso sí, existe el firme compromiso de avanzar en lo poco y cada día para que nuestras hijas puedan verlo.

Y es hablando de hijas, es que escribo este post. Yo desgraciada o afortunadamente no tengo y por ello una vez más quiero pedir perdón por mi visión de lo que procedo a narrar. Fundamentalmente porque no llevo esos zapatos y no sé como reaccionaria en caso de hacerlo. Y desde esta premisa abordare el tema.

En ese compartir del porque de esa “NO igualdad” sin duda hablamos de la educación, de la de la escuela, de la de la casa y sobre todo de la del entorno social que a veces ejerce una presión difícil de contrarrestar sobre nuestras hijas.

Hablamos de los cuentos y las princesas y del mal que causa tanto a mujeres como a hombres. A unas por el hecho de hacerles pensar que ellas por si mismas son incapaces de alcanzar retos y que su forma de hacerlo es conquistar a un hombre poderoso. Y a ellos porque hace que si no son capaces de ser PODEROSOS se sientan frustrados, infelices y puedan llegar a la violencia como forma de escape de la presión. Y en cualquier caso a la necesidad de dominación.

Se puede o no, estar de acuerdo en ello pero cuanto menos vale la pena reflexionar un poco por en bien de TODOS.

En ese contexto, alguien hablo de una nueva moda en la celebración de cumpleaños infantiles: Princelandia. Y para ilustrarlo nos pusieron un video que no he podido encontrar pero que me hizo poner los pelos de punta, me revolvió el estomago y me prometí denunciar esa cosificación y esa perversión que significa hacer negocio con la instrumentalización de la mujer, en este caso menor.

No puedo ni quiero evitar decir a las madres de niñas que por mucho que sufran la presión de hijas y entornos, piensen en que cuando pasan cosas, como la anorexia, la bulimia, o la violencia de género creciente en adolescentes, que no entendemos y quizá parte del problema radique en todo esto con lo que somos permisivos. Y lo somos porque no somos suficientemente conscientes de la importancia de negarnos, la importancia de decir: no!!!.

Y lo digo, porque tras ese descubrimiento he podido comprobar que muchas madres que abominan de este nuevo producto comercial perverso “vestido de educacional”, que casi es lo peor, han llevado a sus hijas al citado lugar. Eso sí, habiéndolas advertido antes de sus efectos perversos. Y yo me pregunto qué porcentaje de madres han actuado así, por no ser disonantes con la presión social.

Yo siento ser tan radical en esto, pero alguien ha de decir que empezamos tolerando esto y acabamos sin darnos cuenta aceptando lo inaceptable y sufriendo lo indecible. Y la causa es que nunca debimos querer ser princesas o no princesas de esos cuentos donde nuestros destinos los decían otros.


Yo como casi todas las mujeres también quise ser princesa hasta que descubrí el precio a pagar. Hoy me siento orgullosa de decir bien alto: Princesa, no gracias!!

domingo, 22 de septiembre de 2013

Mostrar Humanidad


Con este título no pretendo hablar de lo que evoca a primer golpe de lectura sino de lo que debería significar.

Al leer o escuchar algo, siempre creamos en nuestra mente un marco en base a lo que creemos, nuestras creencias, nuestro modelo mental  o como queramos llamarlo y que esta condicionado por la cultura imperante en nuestro entorno.

Humanidad, en nuestro occidente, solemos asociarlo a respetuoso, a caritativo, a solidario, a generoso, a .....

De algún modo mostrar humanidad es siempre identificado con algo “bueno”. Con “la cara buena” del ser humano. Y eso está muy bien, pero no es real. Y todo lo que no es real no suele ser satisfactorio porque no coincide con la verdad.

Porque como dice el médico José Sebastián Coll "el egoísmo y el amor a la verdad no tienen punto alguno de contacto". Y el egoísmo es el triunfo del ego y el fracaso de la felicidad.

Sentirnos humanos, es ser consciente de que tenemos cosas buenas y cosas malas. Y ambas nos permiten evolucionar a mejor o peor según las afrontemos. Ya que facetas de nuestro ser. Y sin una de ellas dejaríamos de ser humanos.

Es, pues, sanador aceptar nuestra imperfección sin sentirnos culpables, sin sentir miedo a no ser queridos, sin sentir que defraudamos o nos defraudamos. Si a algo tenemos derecho es a ser imperfectos. Solo desde esa conciencia y aceptación es posible iniciar el camino de la superación. Simplemente porque es lo que nos hace crecer y evolucionar.


Y si esto es verdad para todo ser humano, lo es muy especialmente para nosotras las mujeres, que en los últimos tiempos parece más que nunca que debamos ser "muy humanas" con todos menos con nosotras mismas. Es decir NOHUMANAS.
Y eso, es un gran error porque hemos de ser solo eso: humanas. Y como tales, tenemos derecho a sentir dolor, a exigir respeto, a cometer errores, a no sentir lo que no sentimos y decirlo, a ponernos como prioridad, a equivocarnos y rectificar, y hasta a ser un poco “malas”.

Esta mañana ante un comentario de una situación personal, he tenido un doble y contradictorio sentimiento. En realidad tuve dos sentimientos casi al tiempo. Primero “el malo”, ese que a mí me hace sacar la espada de cortar cabezas. Luego el bueno, ese que te dice que con amor y tolerancia el beneficio es para todos. En ese instante sentí que sigo siendo imperfecta, sentí que me queda mucho por mejorar. Pero también me hice consciente de mi humanidad y pensé que en lugar de enseñar el lado bueno de la foto quizá deberíamos mostrar ese lado menos bello.

Ese compartir lo no tan “bueno” desde el deseo y el compromiso de superación, es muy terapéutico e inspirador, porque sencillamente es humano y al serlo nos acerca a los que son como nosotros, nos ayuda a ser humildes y comprender, a ser y tolerantes y a entender que a veces lo que vemos en los demás que no nos gusta es un reflejo de nosotros mismos. Esa quizá sea la humanidad que nos abre y acerca al otro.

y ese aproximarnos al otro es para nosotros es avanzar en un camino de realización y además modelo a imitar o referente a para que otros lo imiten.

Como humanos somos imperfectos aunque los medios y las campañas de publicidad solo vendan “lo perfecto”. Hemos de aceptar como dice Chopra nuestro lado oscuro si queremos alcanzar la luz. Esa es la evolución a la que deberíamos aspirar y a la que es necesario llegar para alcanzar la felicidad de verdad.

Así que mi propuesta es que a partir de ahora tratemos de mostrar nuestro lado más humano. El “bueno” y el “malo”. Incluso cuando no nos guste. Sencillamente porque eso es Mostrar Humanidad.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Querer o excusas

Pues a esa conclusión he llegado. Cuando pones o te pones excusas para hacer algo, es que no lo quieres con suficiente fuerza.

Se trata de ser riguroso con uno mismo y preguntarse de verdad, sin autoengañarse.

Ese es el punto clave, el autoengaño. Algo para lo que estamos tan entrenados que somos incapaces de detectar cuando nos mentimos.

Y nos mentimos siempre por miedo. Miedo a perder, a sufrir,  a ser criticados, a no ser queridos......

Y con miedo el sufrimiento está garantizado. Pero no cualquier sufrimiento, sino el más absurdo del mundo. Ese que no te hace mejorar, ese que carece de sentido. Ese que te hace infeliz porque te desgasta. Ese que poco a poco te mata. Eso sí, lo hace de forma lenta. Te va secando por dentro y al final eres nada.

Somos una sociedad de NADA. Donde todo lo dicho antes es cierto y veraz.

Pero de este círculo, solo sale uno consigo mismo. Y al salir, se convierte en modelo a copiar o imitar.

El título de este escrito es casi como un test dicotómico. Un test que no garantiza nada, salvo el no autoengaño. Pues creo que es el primer paso para poder dar el siguiente que conduce al cambio, a la decisión y la acción y al éxito o el fracaso, pero al movimiento y la vida. A la aceptación previa a la adaptación, a la responsabilidad y el compromiso personal que son la base para la libertad de verdad que conduce al AMOR y la felicidad.

No estoy diciendo nada nuevo, esto lo dicen las diferentes tendencias de espiritualidad y liberación del hombre de todos los tiempos.

Y para no quedar solo en algo teórico voy a plantear algunas cuestiones y al contestarlas vean si ponemos excusas para hacerlo ya, o buscamos razones inteligentes o creíbles.

¿Por que no como más sano?

¿Por qué no hago ejercicio?

¿Por que no soy generoso?

¿Por qué no comparto m tiempo con quien me necesita?

¿Por qué no decido cambiar mi trabajo si me esta matando la ilusión?

¿Por qué no aprendo un idioma?

¿Por qué no le digo que me molesta lo que hace?

¿Por qué no dejo a mi pareja si me esta maltratando?


¿Por qué no me voy fuera a trabajar?


¿Por qué no defiendo lo justo?

¿Por qué no entrego algo de mi?

¿Por qué no quiero pensar?

¿Por qué no dedico tiempo a meditar?

Siempre hay una excusa o una razón, una que hace que aplacemos la acción. Y si lo aplazamos una vez, lo haremos mil veces. Y lo único que conseguiremos es estar enmarañados en una trampa invisible pero devastadora.

Al final siento decirlo, no valen las excusas, cuando quieres algo de verdad.

Porque cuando quieres algo de verdad, lo haces. Y si tienes que mover cielo y tierra lo mueves. Y te exiges y te das, y cuando ves que tu puedes, te das cuenta que cuando pones o te pones excusas es que no quieres con suficiente fuerza.

Porque al final, todo es tan sencillo como QUERER o excusas.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Sal Sosa

Ayer, día en que por tercera vez no conseguimos ser sede olímpica,  resulto para mí un día muy interesante.
Como mucha gente me sentía ilusionada con la posibilidad de que Madrid fuese sede de los juegos en 2020. Me parecía que era una buena oportunidad para España y los españoles.
Vi la excelente presentación que hicimos y valore el esfuerzo de todas y cada una de las personas que intervinieron (hablaran mejor o peor el inglés, yo lo habría hecho en español, el alma habla la lengua de tu madre). Me pareció una  MUY buena puesta en escena. Pero, en la intro del Señor Samaranch, sentí a mi pesar que no éramos nosotros los mejores representantes del espíritu olímpico (29,21). Y créanme, si digo que no me gusto ese pálpito.
Finalizada la presentación me fui a una vigilia por la paz en Siria que organizaba el Centro Arrupe en Valencia. Llego a lo más hondo de mi alma el mensaje que escuche de Sirios refugiados, del General de la Compañía de Jesús y del líder espiritual suni de Siria en una carta que fue leída. De ello sin duda me quedo con las palabras de un refugiado sirio en Valencia “el miedo es peor que la muerte”. Pero sin duda fue en la lectura del evangelio donde una frase me llego como un dardo que entra en ti de forma imprevista, en realidad fue una pregunta ¿pero si la sal se vuelve sosa, para que servirá? (Mateo 5: 13) “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”)
Y me quede con esa SAL SOSA. Y me hice consciente de que en demasiadas ocasiones soy SAL SOSA. Sal que no da vida, porque no da luz, no da testimonio de vida. No da eso que construye un mundo mejor. Yo como todos, por cultura o por costumbre, tiendo a mirar/buscar fuera la solución a mis problemas, a delegar la resolución de mis retos en las circunstancias, en otros, en …..  y muchas veces me quejo en lugar de analizar que debo mejorar yo. Me rio de los otros o trato de ridiculizarlos, saco el sable de cortar cabezas, devuelvo violencia cuando la recibo, ….. Y otras veces, compongo una  imagen de mí que trata de compensar superficialmente todo lo dicho.
Ayer de regreso a casa me dije que tenía que escribir esto. Ayer al llegar a casa me encontré la decepción de un pueblo, el nuestro. Nos habían eliminado en la primera vuelta. Nos había ganado Estambul. Y pensé que era una lección de humildad.
Me quede esperando ver quien era definitivamente elegida y cuando Tokio salió elegida, me alegre y lo compartí en redes. Cuando escuche Tokio mi primera evocación fue la tragedia de Fukusima. Sus víctimas, su sacrificio por el bien común, su tenacidad en seguir eliminando los efectos secundarios, su discreción, su cohesión, su capacidad de trabajo, su alineación como pueblo, su reisilencia, …. Recordé un concierto en beneficio de las victimas al que asistí en Valencia y recordé a los muertos entonces y después por efecto de la radicación. Y me alegre por TOKIO. Pensé que lo de ayer fue un gran homenaje, más de dos años después.
Por el contrario, he ido leyendo y escuchando la decepción primero y las criticas poco constructivas después de muchos de nosotros. Mal, muy mal. Si yo fuese los del COI pensaría “que buena decisión tome, al no elegir España”.
Se que a muchos esto no les gustara leerlo pero mi compromiso me obliga a escribirlo. Eso si diciendo que yo hago mío todo eso que cito. Al fin soy humana y demasiado imperfecta. A veces me digo que despacio aprendo. Porque claro lo tengo en la teoría pero luego en la práctica: la picio una y otra vez.
Así que esta mañana he querido compartir en una conversación esta reflexión sobre nuestro no éxito de ayer:
“Que a veces se ve más allá de lo que se muestra, que la esencia vale más que la imagen, que pesa lo que haces tanto o más que lo que dices. Que la humildad y la discreción son valores a tener en cuenta. Que no todo se arregla con MK si no hay más detrás. Que la cohesión de un pueblo, la de verdad pesa, que hay que saber perder y aprender de lo que no nos conduce a la meta.  Que no hay que hacer sangre en los malos tiempos. Que valores del espíritu, olímpico de los de verdad se hacen de verdad con hechos no con promesas. Que la innovación y la solvencia económica dan seguridad. Que pesa más la confianza en las personas/comunidades que en las circunstancias adversas externas. Con gente comprometida y solida, estas se controlan. ..... Yo he aprendido todo eso.
Ah y que me hubiese gustado que ganase España. Como a todos. Y que la pérdida es una buena oportunidad para que hagamos una reflexión seria y honesta como pueblo pero sobre todo como personas individuales. Feliz Domingo”
Y de nuevo vuelvo al inicio de todo, ser sal es difícil. Exige de ti, no de otro. Ser sal es aprender lo que puedo mejorar yo, comprender que lo que critico y no me gusta en otro, es el reflejo de lo que yo soy. Que es muy costoso y a veces duele. Que es elegir el camino de la exigencia y disciplina desde la libertad y el amor.
Pero sobre cualquier cosa, que “con lo mismo que denostamos no podemos alcanzar aquello a lo que aspiramos” por mucho que nos cueste de aceptar.
Ejemplo: “el uso de la violencia no trae la paz” manifiesto de la comisión general de justicia y paz.
Dejar de ser SAL SOSA, pasa inexcusablemente por dejar de engañarnos a nosotros mismos.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Resistirse a cambiar

Anoche termino el mes de agosto y yo lo hice viendo una película en el cine de verano de la Filmoteca en los Jardines del Turia: The Artist.

Una película diferente que conquisto 3 globos de oro, 6 Cesar, 7 BAFTAs y 5 oscars.

Una realización impecable y una historia dramática con final feliz. Pero para mí una narración perfecta para ilustrar la resistencia al cambio. La historia en un consagrado artista del cine mudo que no acepta el cambio en su industria, y en su profesión. Vemos la negación, la obstinación, la ceguera y la caída de todo aquel que teniendo éxito se aferra a lo que siempre le funciono. Vemos en la historia el declive de una industria, el olvido de los que triunfaron en ella, la evolución de los que cambian con ella, la crueldad del entorno, la soledad del que pierde, la tristeza del que se aferra, ……

Vimos el crash del 29 que expreso la crisis de una sociedad y su posterior renacer.

Vimos lo efímero del éxito y el glamur. La lealtad de la buena gente y de los animales que están siempre y más cuando se les necesita.

Pero sobre todo, es una lección que expresa las claves para hacer ese cambio: la humildad para y ver la realidad que a veces está escondida en el fracaso y el hundimiento más doloroso o extremo. La soberbia que te destruye y quema hasta convertirlo todo en cenizas. La capacidad trasformadora que descansa en dejarse ayudar por otros. La necesidad de hacer algo diferente, quizás ni lo viejo ni exactamente lo nuevo, que comienza el camino de reinvención. A veces la innovación personal y profesional está en un cruce de caminos. La ilusión de volver a empezar una nueva vida con otras claves.

Todo eso vi ayer en esta película que te hace pasar por todo el espectro de sentimientos y que acaba con un final feliz que hace que todo el mundo aplauda. Porque si algo necesitamos hoy es la esperanza de que existen muchos finales felices.

Al terminar, los cuatro que fuimos nos sentamos a hablar en una terraza, fue una conversación enriquecedora y debatida. Fue un compartir y sentir que podremos. Si, podremos cada cual encontrar ese camino de realización personal que pasa por revisar nuestros miedos y limitaciones autoimpuestas o aceptadas. Porque la liberación que conduce a un final feliz siempre es personal, la haces tú contigo para luego compartirla con los otros. Porque es una liberación que comunica al entorno que es posible y para convertir la vida en un camino como las escenas finales de la película: satisfactorias y realizadoras. 

The Artist nos cuenta que alguien que se resiste a cambiar puede llegar a hacerlo y así,  convertirse en un ser realizado y feliz. Porque triunfó sobre sí mismo. Y ese, es el único triunfo sostenible.